La cocina da cuenta de la fuerte conexión de los pobladores con sus ancestros y las particularidades naturales de cada región del departamento. Deliciosos envueltos en hojas, al igual que arepas, carnes, pescados, sopas y postres autóctonos están en el menú.

Dentro de los primeros, de clara influencia indígena, se encuentran los tamales, envueltos en hojas de biao, y las hayacas, envueltos en las hojas de la mazorca; si bien se consiguen fácilmente todo el año, se consumen sobre todo en época navideña. Los tamales, en Ocaña, en vez de masa de maíz llevan arroz y se les llama pasteles, aunque este sustantivo se aplica mejor en estas tierras a unos bollos fritos, redondos, comidos principalmente al desayuno, hechos de maíz y con una deliciosa mezcla interior, que, por lo general, contiene arroz, garbanzo, yuca, pollo o carne.

La arepa de la región, llamada ocañera, sirve de alimento, empaque y plato al mismo tiempo, pues se prepara gruesa y se deja asar más a un lado que por el otro para que el menos cocido “suelte el pellejo”, abertura por donde se introduce el relleno preferido: queso, mantequilla, aguacate, revuelto de huevo con carne desmechada, barbatuscas (guiso preparado con las flores del árbol nativo del mismo nombre), pollo, carne asada, pescado asado o ensalada.

Los llamados platos fuertes están representados por las gustosas, espesas y muy sabrosas sopas de mute y sancocho, preparadas preferiblemente en fogón de leña y con infinidad de ingredientes y carnes. También debe mencionarse el cabrito, cocido al horno, sudado, asado o en salsa de tomate. El animal no puede ser mayor de cuatro meses.

Finalmente, hay que referirse a la famosa rampuchada, espléndido guisado al que se le atribuyen propiedades afrodisiacas, cuyo ingrediente principal es un bagre endémico de la cuenca del Catatumbo, llamado rampuche (pimelodus blochii). La mejor rampuchada se consigue en los balnearios y restaurantes de El Zulia.

El pastel de garbanzo es tan tradicional en la ‘Perla del Norte’ como el masato, el mute o la hayaca. Los cucuteños los describen como exquisitos pasteles de harina de trigo rellenos con un puré de garbanzo. Se consiguen en cualquier esquina de Cúcuta: cafeterías, panaderías y restaurantes.

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